Sesenta metros cuadrados. Capítulo 6

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SEIS

Lunes, 14 de julio

Ayer vino Gunnar con la compra de la semana y me trajo lo mismo que el domingo pasado. Para que no se complique, le he dicho que me haga una compra igual a la suya y, por lo que veo, debe de ser que él come lo mismo todas las semanas. Bueno, tampoco me voy a poner a sacar conclusiones tan pronto, que este es el tercer domingo que viene, pero no hay duda de que las albóndigas precocinadas le gustan mucho porque las trae en cantidades industriales. Debe de comer albóndigas todos los días, y eso hago yo también, o bien a mediodía o por la noche. Y el caso es que me suena haberlas comido antes en España, son las mismas que ponen de menú en el restaurante del IKEA. En estos paquetes de albóndigas no pone IKEA, sino COOP, como en casi todas las cosas que me trae. COOP suena a cooperativa, economato o algo así. Está claro que Gunnar no hace la compra en la tienda de delicatessen de Jokkmok, que tampoco creo que haya. A todo esto, ¿cómo es Jokkmokk?

Una de las cosas que no son de la marca COOP es la leche, y me extraña, porque es la típica cosa que siempre suele haber de marca blanca, pero debe de ser que lo de comprar leche rica es un capricho que tiene. En el cartón pone Norrmejerier y es una leche muy grasa, un poco más y se podría masticar. Y fresca, así que la que me trae un domingo tengo que habérmela bebido para el domingo siguiente porque, si no, se estropea. Y me trae mucha, pero mucha mucha: diez litros.

Diez litros de leche en una semana. Y yo que antes solo usaba la leche para cortar el café. Pero me ha entrado la cabezonería de que quiero comer lo mismo que come Gunnar, así que mi dieta está basada en albóndigas precocinadas y leche que más bien parece nata. No sé, no creo que sea lo típico en Laponia, pero seguro que hay más de un jubilado sueco como Gunnar comiendo lo mismo semana tras semana y año tras año.

Además de las albóndigas y la leche fresca, aunque ya con mucho menos protagonismo, destacan los trocitos de arenque. Vienen en botes de cristal y tienen diferentes aliños. Tienen su aquel. Y luego están los sustos. Ayer mismo me llevé una sorpresa con un paquete alargado en forma de salchicha gorda, un paquete de plástico: blandito, transparente y con una cosa marrón oscura dentro. Dicho así parece un poco asqueroso, pero juro que tenía pinta de ser un pudin de chocolate. Lo deje para postre y, al abrirlo, resulta que sí que era asqueroso: una especie de guiso con judías pintas. Quizá en otro momento, con otra presentación, hasta me habrían gustado, pero así, de repente y esperando un pudin de chocolate, las judías pintas se fueron directas a la basura.

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